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domingo, junio 12, 2022

El hijo del padre | Víctor del Árbol


Unidad de Evaluación Psiquiátrica 

DE LAS NOTAS DE DIEGO MARTÍN 

Las presentes anotaciones corresponden a la transcripción de las páginas manuscritas encontradas en la celda de Diego Martín C. tras el incendio que tuvo lugar la madrugada del 14 al 15 de septiembre de 2011, motivo de la presente instrucción. Se ha contado con la ayuda de un grafólogo forense para descifrar la letra y ser fiel, en la medida de lo posible, al texto original. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que buena parte del manuscrito desapareció en el incendio. Diego Martín empezó a redactarlas probablemente a principios del mes de enero de ese mismo año 2011.

No voy a engañarte, todo lo que has oído sobre mí, y aun lo que no has oído, es cierto: secuestré a Martin Pearce, lo metí en el maletero de mi coche y conduje más de mil kilómetros hasta la Casa Grande. Una vez allí lo torturé durante tres días con sus largas noches y el 11 de noviembre de 2010 lo maté disparándole dos veces en la cabeza. Después llamé a la policía y me senté a esperar. 
Pero esa no es toda la historia. Ni siquiera es una parte fundamental. 
Lo primero que debes saber sobre mí es que desconfío por instinto de las mayúsculas. Especialmente de la Verdad. Se le suele dar mucha importancia a esa palabra, pero todos juegan con ella como niños con una copa de cristal: la manosean, la comprometen y la traicionan sin comprender ni su fragilidad ni su valor. La mayoría no sabe qué hacer con ella, de modo que fingen que no existe, a menos que puedan cambiarla por otra más conveniente. En cuanto a los que la empuñan y la revelan como si fueran portadores de la Llama Sagrada, me repugnan: se dan golpes de pecho, afirman que contar la Verdad es un acto de generosidad, pero a mí me parece que ofrecer lo que no se ha pedido no es generosidad, es egoísmo. 
Dicen que toda historia tiene un principio y un final, cuando en realidad somos nosotros los que elegimos un momento para empezar y otro para terminar nuestro relato. Escribir es una forma de ordenar y de dar sentido a aquello que no lo tiene; acotamos el infinito en unos corchetes de tiempo. Y también en este caso preferimos la versión que nos favorece, aunque deberíamos admitir que pocas historias son realmente extraordinarias cuando se observan desde la perspectiva adecuada; lo que ocurre es que las defendemos con uñas y dientes porque son lo único que tenemos. Somos lo que contamos de nosotros mismos, y en el relato somos mejores que en la vida.



Sin lugar a dudas el libro más duro y crudo que he leído de Víctor del Árbol, uno de mis autores preferidos de esta época. Una novela desgarradora donde en todo momento quieres que ocurra el desenlace para dejar de sufrir. Aunque la historia es dura es un libro que recomendamos pero no te esperes un final feliz.


domingo, julio 14, 2019

Por encima de la lluvia | Víctor del Árbol



Tánger, julio de 1955

La presencia de las cosas de Enrique hablaba de su ausencia: las bolsas apiladas al fondo con la ropa que no se había llevado consigo, el cenicero con colillas de cigarrillos americanos que Thelma se negaba a vaciar, el anaquel de madera combado bajo el peso de libros viejos, los archivadores con carpetas llenas de papeles con su letra y con su firma, una caja de zapatos sin zapatos y el disco preferido de Enrique, Angel Eyes, de Matt Dennis, que ella escuchaba una y otra vez como una enfermedad que la contaminaba y que se agravaba día tras día. La enfermedad incurable del recuerdo.
Thelma debería haber arrojado todas aquellas cosas a una pira y contemplar cómo ardían, cambiar el color de las paredes, abrir al menos la ventana de la habitación para que el aire se renovara. Pero hacerlo habría significado aceptar que la ausencia de Enrique era definitiva, no esa manera de irse para volver otras veces. Y ella no estaba preparada. Todavía necesitaba llorarlo, maldecirlo, odiarlo y perdonarlo.
Cada noche se quedaba despierta hasta la madrugada y, como un mono que repite, sin comprender sus reglas, un juego que le han enseñado, sus pies la arrastran hasta el baño para acariciarse las mejillas con la brocha de afeitar de Enrique o ponerse su albornoz, peinarse con su peine, lavarse los dientes con su cepillo y buscar en el transistor la emisora que él escuchaba mientras se vestía por las mañanas.


Sin lugar a dudas Víctor del Árbol es uno de mis autores fetiches, todos los libros que he leído de él me han encantado pero con éste tengo sentimientos encontrados. Indudablemente es un libro que está muy bien escrito pero en esta ocasión desde mi punto de vista, Víctor del Árbol, maneja demasiadas historias y ese entrelazar no es tan genial como en otras ocasiones. Y es ahí donde el autor es un auténtico genio, si esa pata del banco cojea mal vamos. Además al tratar con tantos temas diferentes, enfermedad, vejez, abusos, maltratos, insatisfacción… el libro te crea un poco de rechazo cada vez que tienes que continuar con la lectura. Pero bueno, este autor es un imprescindible de los amantes de la lectura e indudablemente hay que leer todo lo que escriba. Si aún no has leído nada de este autor te recomendamos que el primer libro que leas de él sea Un millón de gotas.

martes, mayo 03, 2016

La tristeza del samurái | Víctor del Árbol



Mérida. 10 de diciembre de 1941

Hacía frío y un manto de nieve dura cubría la vía del tren. Una nieve sucia, manchada de hollín. Blandiendo su espada de madera en el aire, un niño comtemplaba hipnotizado el nudo deraíles.
La vía se dividía en dos. Uno de los ramales llevaba hacia el oeste y el otro se dirigía hacia el este. En medio del cambio de agujas, una locomotora estaba parada. Parecía desorientada, incapaz de tomar cualquiera de los dos caminos que se le planteaban. El maquinista asomó la cabeza por la ventanilla estrecha. Su mirada se encontró con la del niño, como si le preguntase a este qué dirección tomar. Así lo creyó el pequeño, que alzó la espada y le señaló el camino del oeste. No por nada. Solo porque era una de las dos opciones posibles. Porque estaba allí.

Cuando el jefe de la estación alzó la bandera verde, el maquinista lanzó por la ventanilla el cigarrillo que estaba fumando y desapareció dentro de la locomotora. Un pitido estridente espantó a los cuervos que descansaban sobre los postes de la catenaria. La locomotora se puso en marcha, escupiendo grumos de nieve sucia de los raíles. Lentamente tomó el camino del oeste.


Descubrí a Víctor del Árbol con la historia, Un millón de gotas y me dejó alucinado. Lo mismo me ha ocurrido con este libro, La tristeza del samurái. Otra historia de dolor, rabia, odio… donde los personajes son llevados a unos límites insospechados.  "Amo la naturaleza del ser humano pero tenemos el alma enferma"

domingo, junio 21, 2015

Un millón de gotas | Víctor del Árbol


Principios de octubre de 2001 

Después de la lluvia el paisaje tomaba un trazo grueso y los colores del bosque se volvían más contundentes. El limpiaparabrisas seguía batiendo de derecha a izquierda con menos desesperación que al salir de Barcelona, una hora antes. Por delante quedaban las montañas que ahora, mientras anochecía, no eran más que un volumen oscuro a lo lejos. El joven conducía con precaución, pendiente de la carretera que se estrechaba curva tras curva a medida que ganaba altura los mojones de cemento que delimitaban la trazada no parecían una protección muy sólida contra el enorme barranco que se abría a su derecha. De vez en cuando miraba por el retrovisor interior y le preguntaba al niño si se mareaba. El chico, medio adormilado, negaba con la cabeza, pero tenía el rostro pálido y pegaba continuamente la frente al cristal de la ventanilla.
--No queda mucho-- dijo el joven para animarle.
--Espero que no vomite; la tapicería es nueva.
La voz ronca de Zinóviev devolvió la atención del conductor a la carretera.
--solo tiene seis años.
Zinóviev se encogió de hombros, alargó su enorme mano tatuada con una araña, parecida a la que cubría media cara, y encendió un cigarrillo con el mechero del salpicadero.


¡Qué gratísima sorpresa me he llevado con la lectura de este libro y con este autor! Ha sido un gran placer poder disfrutar de esta historia y de estos personajes tan minuciosamente ideados. Una novela dura donde Víctor del Árbol entrelaza magistralmente pasado y presente. Una ambiciosa historia que no te dejará indiferente.

miércoles, junio 10, 2015

Un millón de gotas…


 La primera gota es la que empieza a romper la piedra.

La primera gota es la que empieza a ser el océano.