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domingo, junio 22, 2014

Rónin | Francisco Narla


Moriría esa noche. Y él lo sabía.
Aquella mansa quietud no duraría mucho. Las guerras, como los mentirosos, jamás sacaban provecho del silencio. Los combates empezarían de nuevo; sin remisión. Y serían los últimos.
No vería el nuevo amanecer.
Era una noche plácida, la primera desde el comienzo del asedio que concedía un respiro a los samurai del castillo. La luna, casi en plenitud, se mostraba con timidez sobre las tejas oscuras, y su reflejo, acompañado por las llamas vacilantes de los faroles, apenas llenaba las sombras. El agua del arroyo, modelado durante años por los artesanos, susurraba con el tono justo. El cálido aroma de, los juncos maduros se escapaba de los jardines dispuestos entre los almacenes, las armerías y los barracones de la guarnición. Las ramas de los cedros trenzaban huecos de claroscuros; mecidos por una suave brisa que rompía el encanto de aquella serenidad al revolver, sin recato, los hedores de las cruentas batallas que se habían sucedido durante diez largos días.
El verano terminaba y el calor del día, apresado por las enormes piedras trabadas en los cimientos, se liberaba poco a poco. Ni siquiera las cigarras y los grillos, espantados por las atroces contiendas, se atrevían a romper la hipócrita calma de la tregua.
Envuelto en aquel presentimiento del otoño, recogido entre los aleros de las murallas, Saigo caminaba adentrándose en el corazón del alcázar. Se movía con ligereza. Con un andar suelto, impropio para un hombre que arrastraba sus años y cicatrices.


Siento decir lo que voy a contar, pero lo intentaré hacer con el mayor respeto posible.
¡La madre que me parió! creo que ningún libro me ha costado leerlo tanto como este. Si necesitas un arma y tienes Rónin, ya no necesitas una pistola. Y pensarás que para matar a alguien necesitarás arrojar este tocho de 863 páginas. Pues no, sólo tienes que hacer que lo lea. Lo primero que no acepto es que te lo vendan como una historia de la leyenda de un samurai, cuando el hilo principal es una artificiosa historia de amor entre un gallego y una siciliana. Pienso que Francisco Narla ha querido tratar demasiados temas a la vez y eso ha hecho que la historia se resienta y al final resuelve todo el desenlace en apenas 200 páginas, saltándose bastantes cosas. En lugar de leer una novela parece que lo que estás leyendo es un libro sobre el ego del autor, donde te cuenta lo inteligente y lo guapo que es. Y aquí lo dejo.